miércoles, 27 de marzo de 2019

Gratitud: frecuencia de alta alquimia



Podcast semanal #023 de Crisálida, escuela de Alquimia Espiritual, incluido en el programa radial "Ágape" conducido por María Silvina GonzálezEl audio, seguido por su transcripción, para escuchar o leer, como más te guste.





Bienvenidos al espacio de Crisálida, escuela de Alquimia Espiritual, fundada por quien les habla, Carolina Iglesias.


¿Cuántas veces escuchaste o leíste que había que ser agradecido? Seguramente muchas. ¿Y alguna vez te preguntaste si la gratitud basada en el miedo era efectivamente gratitud? ¿Y alguna vez reparaste en la diferencia entre la sensación de gratitud espontánea y genuina y la gratitud que surge como reacción ante el miedo de perder algo que tengo?

Te invito a bucear conmigo el tema de la gratitud.

En los paradigmas de condicionamiento, es decir, los paradigmas basados en el miedo, la gratitud es superstición disfrazada. Recordamos agradecer lo que tenemos cuando vemos a alguien que carece de lo que nosotros tenemos; o agradecemos profusamente cuando recibimos algo que no queremos perder. Otro ejemplo de gratitud basada en el miedo es agradecer cuando no nos sentimos dignos o merecedores de un regalo o un favor. En todos estos casos, la superstición de fondo es que si agradezco no perderé lo que tengo, lo que recibí o el derecho a seguir recibiendo regalos o favores.

Por otra parte, hay veces en que aflora en nosotros, en forma espontánea, una sensación expansiva, sonriente, que nos conmueve a veces incluso con alguna lágrima, a la que también llamamos “gratitud”. Esta sensación expansiva y franca es la gratitud genuina; lo sabemos porque es una sensación plena y desbordante, que nada tiene que ver con el miedo. La sentimos y la disfrutamos; la sentimos y la compartimos. Al dejarla fluir en nosotros nos sentimos poderosos, invencibles y capaces de transformarlo todo en una nueva versión que alcance e incluya a todos.

La primera invitación de hoy es a que prestes atención a estas dos sensaciones claramente diferentes cada vez que surjan. Es muy importante que no te juzgues cuando reconozcas superstición disfrazada de gratitud, solo felicitarte por descubrirla. Todos conocemos esta emoción, y el primer paso para integrarla es no juzgarla. Seguramente se trata de una emoción que está camuflando a un aspecto inocente que está buscando nuestra mirada compasiva y nuestra aceptación amorosa.

Y cuando te encuentres sintiendo gratitud genuina, te invito a que la hagas correr por todo tu cuerpo, que te abras a que te transforme y transforme a través de vos.

Dado que la gratitud genuina es una frecuencia altamente alquímica, la segunda invitación tiene que ver con cultivar la gratitud genuina para recibir y compartir su capacidad transformadora más a menudo.

Primero tengo que reconocer dónde estoy. Muchas veces nos gustaría sentir gratitud pero no la sentimos. Ser sincera conmigo misma y reconocer dónde estoy es fundamental. Para empezar voy a probar una frase, por ejemplo: “Estoy agradecida por este día de sol”. Y me observo. ¿Me siento expansiva y rebosante de alegría por el día de sol? En una escala de 0 a 7, ¿qué tan agradecida me siento por el día de sol? Digamos que siento una gratitud de 2, apenas perceptible, entonces pruebo la siguiente frase: “Me gustaría sentirme más agradecida por este día de sol”. Y vuelvo a medir. Probablemente esa frase casi que mida el máximo en su escala. Y entonces empiezo a cultivar la gratitud genuina con la frase “Me gustaría sentirme más agradecida por…”.

Otra avenida directa a la gratitud es el aprecio. En este caso, te invito a apreciar lo que realmente aprecies en tu vida cotidiana, sea lo que sea. Por ejemplo podrías decir: “Aprecio haber descansado bien anoche. Aprecio tener los ingredientes para mi desayuno en casa. Aprecio que sea tan fácil acceder a agua limpia. Aprecio la energía eléctrica y el acceso que tengo a ella. Aprecio las cosas que me interesan. Aprecio mi compromiso a descubrir eso que me hace única e irrepetible”.

Y así, cada vez que lo recuerdo, respiro en forma consciente un par de veces y juego a recitar cinco cosas que aprecio en este momento y tres cosas por las que me gustaría sentir mayor gratitud. Y luego respiro una vez más, y presto atención a ver si surge espontáneamente algo por lo que estoy genuinamente agradecida.

El cultivo de la frecuencia alquímica de la gratitud es algo que se hace en forma deliberada y consciente. Y una vez que nuestra identidad activa esta frecuencia en su campo energético, empezamos a tener acceso a la gratitud que siente nuestra esencia por esa identidad que somos, tan inocente y tan maravillosamente adorable.

Si te entusiasma la aventura de descubrir quién eras, antes de que te dijeran quién ser, te espero en mi página de Facebook @CrisalidaAlquimia.

¡Hasta la próxima!

miércoles, 20 de marzo de 2019

De lo macro a lo micro: alquimia a partir de una noticia de actualidad





Podcast semanal #022 de Crisálida, escuela de Alquimia Espiritual, incluido en el programa radial "Ágape" conducido por María Silvina GonzálezEl audio, seguido por su transcripción, para escuchar o leer, como más te guste.






Bienvenidos al espacio de Crisálida, escuela de Alquimia Espiritual, fundada por quien les habla, Carolina Iglesias.

Hoy te propongo hacer alquimia en tu particularidad individual a partir de una noticia cualquiera de la actualidad.

Te invito a elegir un tema de actualidad que te interese o que te despierte algún tipo de respuesta o carga emocional fuerte. El ejercicio es de observación curiosa, de descubrimiento, de ir más allá de lo que percibo habitualmente.
Empiezo por reconocer la carga o la respuesta emocional que el tema me genera. ¿Dónde se ubica en mi cuerpo? ¿Qué densidad tiene? Y me quedo unos segundos con la atención puesta en lo que siento. Luego voy a intentar detectar la dinámica detrás del tema que elegí. ¿Es una dinámica de enfrentamiento en la que hay dos bandos? ¿Es una dinámica de reclamo, en donde pareciera haber una disparidad de autoridad o de poder? ¿Es una dinámica de acción, corrección, reparación? ¿Es una dinámica de crítica? ¿ES una dinámica de denuncia? ¿Es una dinámica de creación de algo nuevo? ¿Qué estaría diciendo sobre mi momento presente la dinámica que elegí?

Vuelvo a focalizarme en las sensaciones. ¿Se modificó mi sentir de alguna manera a partir de haberme hecho algunas preguntas? ¿Se movió de lugar, se expandió, se agitó, se aquietó? Sigo observándome con curiosidad inocente, como quien viene de otro planeta a conocer a este ser humano que soy en este momento.

Vuelvo a las preguntas. ¿Desde qué perspectiva estoy abordando el tema? ¿Me ubico en alguno de los extremos? Si dependiera de mí, ¿qué suerte querría que corriera el otro extremo, o el otro bando o mi interlocutor? ¿O más bien estoy mirando desde una perspectiva conciliadora y unificadora? Recuerdo que estoy en un espacio seguro de autoobservación en el que puedo ser totalmente sincera conmigo misma. Me permito observar pensamientos y sensaciones que serían muy inconvenientes de compartir con otros. ¿Qué dice mi actitud ante lo que miro sobre mí aquí y ahora?

Y así, de a poquito, voy pasando del tema de actualidad que sucede allá afuera a descubrir las tramas y las dinámicas de pensamiento del que reacciona o responde al estímulo externo, es decir, de mí misma. Si cada uno de los actores del tema de actualidad fuera un aspecto dentro de mí, ¿cómo me gustaría que se desarrollaran los pasos siguientes? ¿Es mi intención desarticular, desautorizar o eliminar algún aspecto? ¿Hay permiso en este espacio de observación para que todos los aspectos den su punto de vista sobre el tema? ¿Cómo se resuelven los conflictos en mi interior? ¿Siempre gana la mayoría? ¿Qué otras posibilidades hay?

Y de nuevo, suelto las preguntas y los pensamientos y vuelvo a enfocarme en lo que siento. Si puedo, le pido a la mente que haga silencio unos segundos para poder sentir otra vez qué efecto físico me genera toda esta observación.
Regreso a las preguntas. ¿De quién aprendí a mirar este tema de esta manera? ¿Me he permitido mirarlo desde otro ángulo? ¿Soy veloz para adoptar la perspectiva de un periodista u opinólogo en lugar de generar una perspectiva propia? ¿Qué valoración le doy a mis propias perspectivas? ¿Me permito considerar perspectivas opuestas o contrarias a la mía? ¿Qué pasa cuando lo hago? ¿Con qué intención las considero o con qué intención las evito?

Este tema que elegí, ¿me toca de cerca en alguna experiencia o prefiero temas que me distraen de mis experiencias personales? ¿Suelo tomar partido por situaciones por las que nunca pasé como si supiera y las conociera? ¿Defiendo o ataco acciones y actitudes poniéndome en el lugar de víctima porque estuve en situaciones similares?

Y luego vuelvo a mi cuerpo, a sentir qué sensaciones me visitan a partir de estas consideraciones. Y sigo alternando, preguntas –una observación mental- con una observación de sensaciones.

Lo que observamos a escala macro son las proyecciones de la sumatoria de las actitudes particulares de todos los seres humanos. Para que la proyección se modifique hay que cambiar lo que cada proyector proyecta, no la proyección en sí. Eso sería como estar frente al espejo y cepillar los dientes de la imagen del espejo en lugar de los míos.

Este sencillo ejercicio de autoobservación usando lo que miro y lo que me interesa como punto de partida puede aportarme mucha información sobre mis condicionamientos. Al observar mis condicionamientos con curiosidad, mi configuración original empieza a revelarse y a aceitarse, produciendo la alquimia que transforma el condicionamiento en libertad plena.

Si te entusiasma la aventura de descubrir quién eras, antes de que te dijeran quién ser, te espero en mi página de Facebook @CrisalidaAlquimia.

¡Hasta la próxima!

miércoles, 13 de marzo de 2019

Sinceridad con uno mismo: actitud de alta alquimia





Podcast semanal #021 de Crisálida, escuela de Alquimia Espiritual, incluido en el programa radial "Ágape" conducido por María Silvina GonzálezEl audio, seguido por su transcripción, para escuchar o leer, como más te guste.





Bienvenidos al espacio de Crisálida, escuela de Alquimia Espiritual, fundada por quien les habla, Carolina Iglesias.

La sinceridad con uno mismo es –a mi humilde entender- la actitud alquímica por excelencia. Cuando soy sincera conmigo misma, se abre un vasto espacio de permiso, de libertad y de alivio instantáneo, sin ninguna necesidad de que nada cambie.

Entonces, ¿por qué algo que pareciera estar tan a nuestro alcance no es una práctica común y habitual del ser humano?

Hoy te propongo considerar una perspectiva alquímica que facilita vivir en plena sinceridad con uno mismo.

Primero voy a definir los dos conceptos fundamentales a los que me voy a referir. Cuando digo “esencia”, me refiero me refiero a ese ADN cósmico, a esa particularidad dentro de la totalidad de la NadaTodo, que tiene una geometría, una configuración particular que se expresa a través de cada uno de nosotros en tanto seres únicos e irrepetibles; la particularidad dentro de la unidad. A este aspecto intangible, imposible de definir, lo llamo Esencia porque es la palabra más neutra y más universal que pude encontrar. Y la Identidad es esto que tiene forma, cuerpo, nombre, apellido, el ADN humano, con una voz particular y unas características de personalidad particulares.

Las enseñanzas tradicionales y más difundidas acerca del vínculo entre la Esencia y la Identidad se han basado en que la identidad debe ser “buena”, “pura”, “agradecida”, “solidaria”, “alegre”, y todas las cualidades que hemos catalogado como positivas a fin de “ganarnos” la aprobación y el amor de la Esencia. A la vez, la identidad está constantemente buscando “mejorarse”, “arreglarse”, “purificarse”, “repararse” y borrar de nuestra experiencia todas las cualidades catalogadas como negativas a fin de que solo queden en nosotros las más aceptadas y las más positivas.

¿Qué tal si la intención de vínculo del diseño Esencia-Identidad nunca fue esa? Mi identidad es un diseño de mi esencia. Si hay algo que en mí en tanto identidad no funciona, es responsabilidad de mi esencia. Si hay algo en mí que no me sale como me gustaría, es porque mi esencia no activó esa capacidad en mi configuración. Yo soy un diseño de mi esencia, y no puedo salirme de la estructura y la configuración que mi esencia tuvo para mí. Por lo tanto, yo, en tanto identidad, soy inocente.
Mi identidad es inocente, porque es un diseño de mi esencia.

La primera reacción ante esto podría ser empezar a recitar todo lo que considero que mi Esencia se equivocó o hizo mal. Pero esos procesos llevan a un callejón sin salida.

En cambio te propongo considerar qué tal si tu esencia nunca se equivocó, y tenía un propósito para este diseño, tal como es, ahora, en este instante y a cada instante.

¿Qué tal si mi esencia está esperando, pacientemente, vida tras vida, a que su diseño madure lo suficiente como para entregarle, ofrendarle todo lo que la esencia se propuso experimentar, manifestar y crear a través de una identidad humana?

Una esencia en estado puro, no encarnada en un ser humano, es infinita y es limitada a la vez. Es una paradoja. Es infinita y limitada a la vez. La paradoja reside en que desde esa infinitud no accede a experiencias y energías tales como enojo, frustración, o miedo. No accede a conocer lo que es la mentira, la traición, el engaño. No accede a conocer lo que es la desesperación, la carencia o la impotencia. Desde su estado infinito, la esencia no tiene acceso a conocer el dolor, la tristeza, el abandono, ni la soledad. Tampoco tiene acceso a la vergüenza, la culpa o la desvalorización: si es infinita ¿cómo se va a desvalorizar?

Todo eso que aprendimos a juzgar como malo, pecaminoso, indeseable, ¿qué tal si eso es justamente lo que la esencia se propuso conocer a través de la Identidad que diseñó para tal fin? Y como regalo infinito a esa identidad que le pone el cuerpo a todas esas experiencias, la esencia tiene el plan perfecto de liberación y reconocimiento. Entonces la Esencia le dice a la Identidad: “Dame todo eso que experimentaste para mí, para que yo pudiera conocer cosas que de otra manera no podría; y a cambio te voy a dar la oportunidad de experimentar el infinito y la plenitud en esta misma existencia humana”. ¿Qué tal si esa fuera la promesa de la esencia para la identidad?

Ahora la identidad tiene que atreverse a reconocer y aceptar su inocencia. Y desde esa inocencia --poderosísima-- empezar a entregarle a la esencia todo lo que tiene. Eso es lo único que tiene que hacer.

Muy bien. ¿Cómo hacemos eso en forma práctica? Es muy sencillo.

En cada momento que me acuerde y si me resuena mucho, me tomo un rato todos los días, voy a encontrarme con mi esencia y darle todo lo que tengo. ¿Y saben qué? Cuanto más vergonzoso de mostrárselo al mundo, más valioso es para la esencia. Sin embargo, la entrega no es para deshacerme de todo eso, sino para que la Esencia pueda incluir todo eso en su experiencia, por lo tanto, la entrega es con presencia, la entrega se hace sintiendo lo que siento, pensando lo pienso y experimentando lo que surge a cada instante. Entonces la identidad puede decir algo así: “Hola. Hoy tengo carencia, hoy tengo frustración, hoy tengo soledad, hoy  tengo ilusión, hoy  tengo deseos, hoy tengo duda, hoy tengo desconfianza,  hoy tengo olvido, hoy tengo incomprensión, hoy tengo culpa, hoy tengo indecisión, hoy tengo desvalorización, hoy tengo cansancio, hoy tengo vejez, hoy tengo berrinche, hoy tengo dolor, hoy tengo sed de venganza, hoy tengo odio, hoy tengo mucha tristeza”. Y nada más. Lo entrego y respiro, y empiezo a sentir con qué cuidado, con qué reverencia y con qué gratitud la esencia va recibiendo mis ofrendas a modo de piezas de un rompecabezas que va completando.

Y no te voy a contar lo que pasa después, te voy a invitar a que lo experimentes.

¿Qué tal si eso fuera todo lo que nos toca hacer ahora? ¿Qué tal si esta es la vida en la que le entregamos a la Esencia todo lo que se propuso conocer a través de una identidad humana? Y porque en su estado esencial no puede arrebatarnos nada, no puede violar el libre albedrío con el que nos configuró, no puede avasallar, no puede faltarnos el respeto: tiene que esperar paciente a que la identidad se dé cuenta, cambie su perspectiva y se vuelva hacia la esencia con lo que tiene. Que diga: “Esto es lo que tengo. Tengo abundancia de todo esto y te lo entrego, porque lo vivo y lo siento para vos”. Como una ofrenda, como el dibujo de un niño a su madre, una ofrenda de amor puro e inocente.
Al adoptar esta perspectiva, la sinceridad con uno mismo se vuelve la forma natural de diálogo interno, ya que no hay nada que esconder, tapar ni disimular. Habilitar esa libertad de expresión interna da lugar a la aceptación y el amor incondicional que la realidad externa no puede proporcionarnos.

Si te entusiasma la aventura de descubrir quién eras, antes de que te dijeran quién ser, te espero en mi página de Facebook @CrisalidaAlquimia.

¡Hasta la próxima!