Podcast semanal #021 de Crisálida, escuela de Alquimia Espiritual, incluido en el programa radial "Ágape" conducido por María Silvina González. El audio, seguido por su transcripción, para escuchar o leer, como más te guste.
Bienvenidos al espacio de Crisálida, escuela de Alquimia
Espiritual, fundada por quien les habla, Carolina Iglesias.
La sinceridad con uno mismo es –a
mi humilde entender- la actitud alquímica por excelencia. Cuando soy sincera
conmigo misma, se abre un vasto espacio de permiso, de libertad y de alivio
instantáneo, sin ninguna necesidad de que nada cambie.
Entonces, ¿por qué algo que
pareciera estar tan a nuestro alcance no es una práctica común y habitual del
ser humano?
Hoy te propongo considerar una perspectiva
alquímica que facilita vivir en plena sinceridad con uno mismo.
Primero voy a definir los dos
conceptos fundamentales a los que me voy a referir. Cuando digo “esencia”, me
refiero me refiero a ese ADN cósmico, a esa particularidad dentro de la totalidad
de la NadaTodo, que tiene una geometría, una configuración particular que se
expresa a través de cada uno de nosotros en tanto seres únicos e irrepetibles;
la particularidad dentro de la unidad. A este aspecto intangible, imposible de
definir, lo llamo Esencia porque es la palabra más neutra y más universal que
pude encontrar. Y la Identidad es esto que tiene forma, cuerpo, nombre,
apellido, el ADN humano, con una voz particular y unas características de
personalidad particulares.
Las enseñanzas tradicionales y
más difundidas acerca del vínculo entre la Esencia y la Identidad se han basado
en que la identidad debe ser “buena”, “pura”, “agradecida”, “solidaria”,
“alegre”, y todas las cualidades que hemos catalogado como positivas a fin de
“ganarnos” la aprobación y el amor de la Esencia. A la vez, la identidad está
constantemente buscando “mejorarse”, “arreglarse”, “purificarse”, “repararse” y
borrar de nuestra experiencia todas las cualidades catalogadas como negativas a
fin de que solo queden en nosotros las más aceptadas y las más positivas.
¿Qué tal si la intención de
vínculo del diseño Esencia-Identidad nunca fue esa? Mi identidad es un diseño
de mi esencia. Si hay algo que en mí en tanto identidad no funciona, es
responsabilidad de mi esencia. Si hay algo en mí que no me sale como me
gustaría, es porque mi esencia no activó esa capacidad en mi configuración. Yo
soy un diseño de mi esencia, y no puedo salirme de la estructura y la
configuración que mi esencia tuvo para mí. Por lo tanto, yo, en tanto
identidad, soy inocente.
Mi identidad es inocente, porque
es un diseño de mi esencia.
La primera reacción ante esto
podría ser empezar a recitar todo lo que considero que mi Esencia se equivocó o
hizo mal. Pero esos procesos llevan a un callejón sin salida.
En cambio te propongo considerar
qué tal si tu esencia nunca se equivocó, y tenía un propósito para este diseño,
tal como es, ahora, en este instante y a cada instante.
¿Qué tal si mi esencia está
esperando, pacientemente, vida tras vida, a que su diseño madure lo suficiente
como para entregarle, ofrendarle todo lo que la esencia se propuso
experimentar, manifestar y crear a través de una identidad humana?
Una esencia en estado puro, no
encarnada en un ser humano, es infinita y es limitada a la vez. Es una
paradoja. Es infinita y limitada a la vez. La paradoja reside en que desde esa
infinitud no accede a experiencias y energías tales como enojo, frustración, o
miedo. No accede a conocer lo que es la mentira, la traición, el engaño. No
accede a conocer lo que es la desesperación, la carencia o la impotencia. Desde
su estado infinito, la esencia no tiene acceso a conocer el dolor, la tristeza,
el abandono, ni la soledad. Tampoco tiene acceso a la vergüenza, la culpa o la
desvalorización: si es infinita ¿cómo se va a desvalorizar?
Todo eso que aprendimos a juzgar
como malo, pecaminoso, indeseable, ¿qué tal si eso es justamente lo que la
esencia se propuso conocer a través de la Identidad que diseñó para tal fin? Y
como regalo infinito a esa identidad que le pone el cuerpo a todas esas
experiencias, la esencia tiene el plan perfecto de liberación y reconocimiento.
Entonces la Esencia le dice a la Identidad: “Dame todo eso que experimentaste
para mí, para que yo pudiera conocer cosas que de otra manera no podría; y a
cambio te voy a dar la oportunidad de experimentar el infinito y la plenitud en
esta misma existencia humana”. ¿Qué tal si esa fuera la promesa de la esencia
para la identidad?
Ahora la identidad tiene que
atreverse a reconocer y aceptar su inocencia. Y desde esa inocencia
--poderosísima-- empezar a entregarle a la esencia todo lo que tiene. Eso es lo
único que tiene que hacer.
Muy bien. ¿Cómo hacemos eso en
forma práctica? Es muy sencillo.
En cada momento que me acuerde y
si me resuena mucho, me tomo un rato todos los días, voy a encontrarme con mi
esencia y darle todo lo que tengo. ¿Y saben qué? Cuanto más vergonzoso de
mostrárselo al mundo, más valioso es para la esencia. Sin embargo, la entrega
no es para deshacerme de todo eso, sino para que la Esencia pueda incluir todo eso en su experiencia, por
lo tanto, la entrega es con presencia, la entrega se hace sintiendo lo que
siento, pensando lo pienso y experimentando lo que surge a cada instante.
Entonces la identidad puede decir algo así: “Hola. Hoy tengo carencia, hoy
tengo frustración, hoy tengo soledad, hoy
tengo ilusión, hoy tengo deseos,
hoy tengo duda, hoy tengo desconfianza,
hoy tengo olvido, hoy tengo incomprensión, hoy tengo culpa, hoy tengo
indecisión, hoy tengo desvalorización, hoy tengo cansancio, hoy tengo vejez,
hoy tengo berrinche, hoy tengo dolor, hoy tengo sed de venganza, hoy tengo
odio, hoy tengo mucha tristeza”. Y nada más. Lo entrego y respiro, y empiezo a
sentir con qué cuidado, con qué reverencia y con qué gratitud la esencia va
recibiendo mis ofrendas a modo de piezas de un rompecabezas que va completando.
Y no te voy a contar lo que pasa
después, te voy a invitar a que lo experimentes.
¿Qué tal si eso fuera todo lo que
nos toca hacer ahora? ¿Qué tal si esta es la vida en la que le entregamos a la
Esencia todo lo que se propuso conocer a través de una identidad humana? Y
porque en su estado esencial no puede arrebatarnos nada, no puede violar el
libre albedrío con el que nos configuró, no puede avasallar, no puede faltarnos
el respeto: tiene que esperar paciente a que la identidad se dé cuenta, cambie
su perspectiva y se vuelva hacia la esencia con lo que tiene. Que diga: “Esto
es lo que tengo. Tengo abundancia de todo esto y te lo entrego, porque lo vivo
y lo siento para vos”. Como una ofrenda, como el dibujo de un niño a su madre,
una ofrenda de amor puro e inocente.
Al adoptar esta perspectiva, la
sinceridad con uno mismo se vuelve la forma natural de diálogo interno, ya que
no hay nada que esconder, tapar ni disimular. Habilitar esa libertad de
expresión interna da lugar a la aceptación y el amor incondicional que la
realidad externa no puede proporcionarnos.
Si te entusiasma la aventura de
descubrir quién eras, antes de que te dijeran quién ser, te espero en mi página
de Facebook @CrisalidaAlquimia.
¡Hasta la próxima!
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