Bienvenidos
al espacio de Crisálida, escuela de Alquimia Espiritual, fundada por quien les
habla, Carolina Iglesias.
En la emisión anterior te pregunté si te
atrevías a mirar la dinámica víctima-agresor-salvador de frente, y hoy
te invito a explorar cómo se manifiesta cada rol en nuestro interior, en la
estructura de supervivencia de nuestra crisálida. La forma más clara de
detectar a cada uno de los roles es a través de los pensamientos, ya que cada
uno se expresa con pensamientos bastante definidos.
Empecemos con el agresor. El agresor, al
tener inhabilitada la empatía, solo puede vincularse ejerciendo el poder que la
víctima cede. Se manifiesta entonces como el gran juez y la gran autoridad a
partir de castigos y recompensas. Los pensamientos que emite son de exigencia
extrema, desvalorización y juicio constante. Veamos algunos ejemplos: “Podría
haberlo hecho mejor”, “no me esforcé lo suficiente”, “la vida me castigó”, “me
lo merezco/no me lo merezco”, “soy muy gorda/flaca/joven/vieja/débil, etc.”,
“soy un desastre en tal o cual cosa”. El agresor manipula a la víctima con
pensamientos de desvalorización y culpa.
Para
empezar a debilitar este rol, cuando detecto uno de sus pensamientos lo
enfrento preguntándome: ¿A qué
capacidades y habilidades creativas tendría acceso si dejara de
criticar/juzgar/exigir en este momento? ¿Qué tengo para ofrecer y contribuir
que me abriría formas libres de vincularme con los demás, sin necesidad de
manipularlos, controlarlos o anularlos?
La
víctima desactivó el amor por sí misma y la capacidad de entusiasmarse ante un
desafío. La víctima está constantemente queriendo complacer al agresor, para
evitar sus castigos y ganarse sus recompensas. Los pensamientos con los que se
manifiesta son del estilo: “no puedo”, “a mí nada me sale me bien”, “el mundo
contra mí”, “no tengo”. La víctima es la que siempre se relata los dolores y
padecimientos. De vez en cuando pretende escudarse de los castigos del rol
agresor con excusas como “yo no sabía”, “a mí nadie me avisó”. Todos los
pensamientos que ubican el motivo de mi padecer en otro, ya sea con culpa o con
responsabilidad son manifestaciones de la víctima. Desde ese lugar no se hace
cargo de nada, siempre espera soluciones mágicas que no involucren su
participación. Sigue los consejos del salvador buscando fracasar para poder
decir: “ves, a mí nada me funciona”.
Para
empezar a desactivar el rol de víctima, cuando detecto uno de sus pensamientos
la enfrento preguntándome: ¿A qué
posibilidades, capacidades y habilidades creativas tendría acceso si dejara de
quejarme y de enfocarme en lo que creo que me falta? ¿Qué tengo disponible
ahora? ¿Qué posibilidades se abrirían si creyera plenamente en mí misma y en
mis capacidades?
El
salvador es ese aspecto nuestro impulsado por el miedo, siempre en la búsqueda
de soluciones, recetas, secretos y los pasos a seguir para resolver situaciones
que no se presentan en mi realidad. Acumula soluciones “por las dudas”, todas
fundadas en Oscuridad-Miedo. Necesita que el agresor siga generando problemas a
la víctima para ser quien las resuelva. El salvador también ejerce el rol de
juez que imparte castigos y recompensas, y en esa función, es aliado del
agresor. Siempre dando consejos y diciendo lo que se debería hacer. El salvador
se convierte en agresor cuando la víctima “no le hace caso” o cuando “no sigue
sus consejos al pie de la letra”.
Para
desactivar el rol del salvador lo enfrento preguntándome: ¿Qué posibilidades y capacidades creativas se me abrirían si dejara de
enfocarme en buscar soluciones para problemas que no son reales? ¿Y si en lugar
de solucionar me enfocara en crear? ¿Qué posibilidades se abrirían si creyera
en mí misma y en mi capacidad creativa?
La desarticulación de las estructuras de
supervivencia es una tarea personal e intransferible.
Si te entusiasma profundizar la aventura
de descubrir quién eras antes de que te dijeran quién ser, te espero en mi
página de Facebook, @CrisalidaAlquimia. Hasta la próxima.
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